sábado, 16 de mayo de 2015

NADA PARA CONTAR



Persona tirando piedras a un pájaro, Joan Miró. 




     Después. Todo se cuenta después….


      Después de haber llorado toda la noche, cargado hasta las tripas de café y lapicero, mi amigo me lo contó con un aire todo tranquilo, todo relajado, todo disipado, todo corrido. Ese lloro, me decía, le había servido para entender una metáfora (un “dicho popular”) que siempre le había parecido extraño. Era ese tipo de “dichos” que nos parecen bonitos pero que los vemos desde lejos, apartados, distantes, por fuera de nuestros corazones…Era, lo recuerdo muchísimo, ese dicho que dice algo como “todo viento es favorable para quien sabe pa´ dónde va”. Después descubrí que la cosa, aquella metáfora, no era tan así como me la había contado mi amigo. Creo que eso aparece, más bien, en algún libro de Schopenhauer y que, como todo en los libros de Schopenhauer, tiene un bello matiz negativo: “No hay ningún viento favorable para quien no sabe para dónde se dirige”. O algo así. Estoy seguro de que la cosa es más poética, más rítmica…Tiene que ser.

        El punto principal de todo esto, para mí, es que me parece muy extraño estar contando este cuento, pues, normalmente, contamos cuentos cuando hay algo para contar; cuando nos pasan cosas que creemos que debemos regalarle a la otra gente. Aquí, como ya lo pudo adivinar el lector, no ha pasado nada. Es decir: no ha pasado nada digno de ser contado. De todas formas, por alguna razón cósmica, me dan ganas de narrarlo y –con el permiso de ustedes que creen que sólo se puede contar lo que es digno de ser contado–  lo voy a narrar. Mal o bien, lo voy a narrar:

      …a un amigo mío le dan una noticia. No es una mala noticia pero va a cambiar su vida para siempre. Una noticia de esas fuertes. Potentes. Mi amigo se va, como perdido en la estratosfera, para su pequeño apartamento en Chapinero Alto. El apartamento tiene un ventanal hermoso por donde puede ver toda la podredumbre que se va chorreando de esa ciudad que lo vio nacer; esa ciudad loca que lo vio tratar de vivir, que lo vio ganarse sus primeros pesos como caricaturista de pacotilla, que lo vio darse besos con sus primeros amores, que lo vio probar sus primeros cigarrillos, que lo vio comprarse una edición baratísima de los poemas de Rilke. Después (todo se cuenta después) de que le dieron la noticia y de quedarse unas horas mirando por el ventanal, mi amigo se prepara una jarra enorme de café turco, saca su paquete nuevecito de cigarrillos Piel Roja, saca un lapicero y un pequeño cuaderno sin tiempo (esos cuadernos un poco infinitos). Toma café y dibuja y llora y fuma Piel Roja. Dibuja rayones, mamarrachos, garabatos.  A eso de las tres de la mañana, con los ojitos ya hinchados de tanta lágrima, decide escribir un pequeño “plan de vida”. Saca el cuadernito y escribe una mini-pregunta:
“¿Qué quiero?”. Y haciendo un ejercicio un poco infantil se responde a sí mismo: “Quiero comprar muchos libros de segunda, muchos, alquilar un lugar pequeño y barato y dedicarme a venderlos. Recomendarle a la gente algunas cosas lindas de la literatura, de la filosofía, de la historia de la música, de la historia de la pintura, cosas así…Leer el periódico, tener una familia linda, una vida buena, sencilla. Vender café bueno, salir al parque de vez en cuando a mirar los pájaros, ver uno que otro partido de fútbol, dibujar poco (pero dibujar), y así. Cosas así. Cosas de ese tipo. Eso es lo que creo que quiero”.

     A las cinco de la mañana se toma el último café y se fuma un Piel Roja (quedan tres en esa caja que ya está magullada, derrotada). Se echa agua en la cara, 5:17am, y me llama:

–¿Aló?

–¿Aló?

–¿No te has puesto a pensar en ese dicho de “todo viento es favorable para quien sabe pa´ dónde va?

–…………..

– Es algo así, el dicho. O algo como “marinero que conoce su puerto no le importa el viento”…O algo así. No sé bien cómo es que va ese dicho…

–No, mi hermano, la verdad no había escuchado ese dicho. Además no creo que sea un dicho. Los dichos tienen que tener como ritmo, como música, eso a mí no me suena a dicho. Me suena a Schopenhauer, o a Epicuro…No sé, hermano, son las cinco de la mañana, ¿qué pasa?, ¿cuál es el inconveniente con ese dicho?

–No sé, la verdad. Tenía ganas de preguntarle a alguien si se había puesto a pensar en ese dicho del viento y de saber pa´dónde ir y eso…No sé.


…Y ese es el desenlace de este cuento.