Persona tirando piedras a un pájaro, Joan Miró. |
Después. Todo se cuenta después….
–¿No te has puesto a pensar en ese dicho de “todo viento es favorable para quien sabe pa´ dónde va?
–…………..
– Es algo así, el dicho. O algo como “marinero que conoce su puerto no le importa el viento”…O algo así. No sé bien cómo es que va ese dicho…
Después de haber
llorado toda la noche, cargado hasta las tripas de café y lapicero, mi amigo me
lo contó con un aire todo tranquilo, todo relajado, todo disipado, todo corrido.
Ese lloro, me decía, le había servido para entender una metáfora (un “dicho
popular”) que siempre le había parecido extraño. Era ese tipo de “dichos” que
nos parecen bonitos pero que los vemos desde lejos, apartados, distantes, por
fuera de nuestros corazones…Era, lo recuerdo muchísimo, ese dicho que dice algo
como “todo viento es favorable para quien sabe pa´ dónde va”. Después descubrí
que la cosa, aquella metáfora, no era tan así como me la había contado mi amigo.
Creo que eso aparece, más bien, en algún libro de Schopenhauer y que, como todo
en los libros de Schopenhauer, tiene un bello matiz negativo: “No hay ningún
viento favorable para quien no sabe para dónde se dirige”. O algo así. Estoy
seguro de que la cosa es más poética, más rítmica…Tiene que ser.
El punto principal
de todo esto, para mí, es que me parece muy extraño estar contando este cuento,
pues, normalmente, contamos cuentos cuando hay algo para contar; cuando nos pasan
cosas que creemos que debemos regalarle a la otra gente. Aquí, como ya lo pudo adivinar
el lector, no ha pasado nada. Es decir: no ha pasado nada digno de ser contado.
De todas formas, por alguna razón cósmica, me dan ganas de narrarlo y –con el
permiso de ustedes que creen que sólo se puede contar lo que es digno de ser
contado– lo voy a narrar. Mal o bien, lo
voy a narrar:
…a un
amigo mío le dan una noticia. No es una mala noticia pero va a cambiar su vida
para siempre. Una noticia de esas fuertes. Potentes. Mi amigo se va, como
perdido en la estratosfera, para su pequeño apartamento en Chapinero Alto. El
apartamento tiene un ventanal hermoso por donde puede ver toda la podredumbre
que se va chorreando de esa ciudad que lo vio nacer; esa ciudad loca que lo vio
tratar de vivir, que lo vio ganarse sus primeros pesos como caricaturista de
pacotilla, que lo vio darse besos con sus primeros amores, que lo vio probar
sus primeros cigarrillos, que lo vio comprarse una edición baratísima de los
poemas de Rilke. Después (todo se cuenta después) de que le dieron la noticia y
de quedarse unas horas mirando por el ventanal, mi amigo se prepara una jarra
enorme de café turco, saca su paquete nuevecito de cigarrillos Piel Roja, saca
un lapicero y un pequeño cuaderno sin tiempo (esos cuadernos un poco
infinitos). Toma café y dibuja y llora y fuma Piel Roja. Dibuja rayones,
mamarrachos, garabatos. A eso de las
tres de la mañana, con los ojitos ya hinchados de tanta lágrima, decide
escribir un pequeño “plan de vida”. Saca el cuadernito y escribe una mini-pregunta:
“¿Qué quiero?”. Y haciendo un ejercicio un poco infantil se
responde a sí mismo: “Quiero comprar muchos libros de segunda, muchos, alquilar
un lugar pequeño y barato y dedicarme a venderlos. Recomendarle a la gente
algunas cosas lindas de la literatura, de la filosofía, de la historia de la
música, de la historia de la pintura, cosas así…Leer el periódico, tener una
familia linda, una vida buena, sencilla. Vender café bueno, salir al parque de
vez en cuando a mirar los pájaros, ver uno que otro partido de fútbol, dibujar
poco (pero dibujar), y así. Cosas así. Cosas de ese tipo. Eso es lo que creo
que quiero”.
A las cinco de la
mañana se toma el último café y se fuma un Piel Roja (quedan tres en esa caja
que ya está magullada, derrotada). Se echa agua en la cara, 5:17am, y me llama:
–¿Aló?
–¿Aló?
–¿Aló?
–¿No te has puesto a pensar en ese dicho de “todo viento es favorable para quien sabe pa´ dónde va?
–…………..
– Es algo así, el dicho. O algo como “marinero que conoce su puerto no le importa el viento”…O algo así. No sé bien cómo es que va ese dicho…
–No, mi hermano, la verdad no había escuchado ese dicho.
Además no creo que sea un dicho. Los dichos tienen que tener como ritmo, como
música, eso a mí no me suena a dicho. Me suena a Schopenhauer, o a Epicuro…No
sé, hermano, son las cinco de la mañana, ¿qué pasa?, ¿cuál es el inconveniente
con ese dicho?
–No sé, la verdad. Tenía ganas de preguntarle a alguien si se
había puesto a pensar en ese dicho del viento y de saber pa´dónde ir y eso…No
sé.
…Y ese es el desenlace de este cuento.
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