René Magritte, L'Invention collective |
*Cuento publicado en Revista Mil Inviernos.
Se había quedado tanto tiempo, tanto, mirando las frutas del frutero que había decidido, así nomás, (de tanto mirar las frutas), que la vida, la vida de los hombres, no podía funcionar de la manera como había estado funcionando. Era imposible, completamente imposible, el hecho de tener que ir a la tienda y pagar (¡pagar!) para comprar una uva, una piña, una mandarina…
Había pasado tantos días, tantos, sentado en las olas y en la olas que iban y venían como una mariposa que se ve en lo lejos de las cosas. Había pasado tantos días así que se había parado de las olas y había ido corriendo donde su padre y le había preguntado que cuánto había costado el derecho de poder sentarse y mirar las olas. Es que había podido mirar las olas durante tanto tiempo, tanto, que era un tiempo casi infinito el que le habían dado para pasar sus vacaciones en las olas. “¿cuánto pagaste, Pa?”, “¿cuánto cuesta mirar el mar?”. Y Pa, sabiamente, le había explicado que mirar el mar no era lo que costaba, que lo que costaba era la habitación del hotel, la comida del bufé, “el espacio- decía Pa- , lo que cuesta es el espacio desde donde se puede ver el mar tan bonito”.
Le había dado vueltas y vueltas al asunto, la cabeza hecha ladrillo y carne y sangre de tanto pensar: “El espacio”. “El lugar, los lugares”. “Lo que cuesta es el espacio”. “El mar -pensaba y pensaba- es sólo agua. Es sólo agua grande que está. Es. Es agua que está ahí”. “¿Por qué cuesta mirar el agua?. No, no, lo que cuesta es poder tener un espacio para poder mirar el agua”. “¿Y las frutas?”. “¿Qué pasa entonces con las frutas?”.
¿Qué era lo que costaba de las uvas?, ¿acaso era el espacio para comer las uvas?, ¿no eran las uvas lo mismo que el agua?… "Papá, papá, ¿cuánto cuesta comerse una piña?”. Y Pa, sabiamente, le había explicado que lo que costaba no era el comerse la piña, sino la piña misma. Le había explicado que lo que se paga es el trabajo que cuesta conseguir una piña. “¿De dónde vienen las piñas, Papá?, ¿por qué cuesta trabajo conseguir una piña?”. Y Pa, sabiamente, le había explicado que la piña (ananá) viene de una linda planta que crece en la tierra, en los campos donde trabajan duro los campesinos… "¿y cuánto cuesta una planta de piñas, Papá?…No, no me respondas, Pa, creo que ya estoy aprendiendo. Lo que cuesta no es la planta, sino el espacio donde crece la planta. El lugar. Una uva, una ola, todo eso cuesta lo que cuesta un espacio, papá, ¿no es así?”.
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