jueves, 8 de agosto de 2013

CRISIS

Francisco Collantes , San Onofre



Para el patico lindo.


Este cuento habla de muchas cosas. Pero, para desencanto de los lectores (que serán unos pocos haraganes), las cosas que se cuentan a continuación no se explican con rigurosidad, es decir: no se entienden como a mí me gustaría que se entendieran. Para no seguir dando rodeos, lo pondré en las siguientes palabras: este cuentito está construido bajo una prosa cargada de un ritmo absurdo; un ritmo que sólo le suena bien a una persona: a mí mismo.

Me daba risa. Llegaba la gente y me preguntaba: “¿A ese man amigo suyo se le moja la canoa, o qué?”
Y yo me empezaba a imaginar una canoa flotando en la mitad de un mar infinito (aunque no tendría sentido hablar de mitad cuando se habla de infinito). Y adentro de la canoa un viejito tomando vodka mientras  meditaba con el sonido del humo que le iba saliendo de sus chancletas rotas; esas chancletas magulladas de tanta poesía y tanto fracaso convertido en líquido de sal.

Me daba risa. Salía a caminar por la calles y la gente hablando de economía y de políticas públicas.
Y yo buscando un arbolito para poder tirarme a fumar un cigarrillo mientras miraba cómo se le movían los labios a esa gente rara que entendía las noticias del periódico: “SE AHONDA CRISIS POR PARO EN REFINERÍA DE CARTAGENA” … me imaginaba a mí mismo llegando muy cortésmente donde esas gentes serias y preguntándoles: “disculpen, señores, ¿hay que trabajar en una oficina para entender qué es una refinería?, ¿por qué ese verbo “ahondar” seguido del sustantivo “crisis”?”

Hasta que un día dije: “mierda, no más”. Y llamé a mi hermano menor y le propuse que nos fuéramos a andar por la carretera durante varios meses. Mi hermanito me dijo que hágale; que de una. Y salimos de una. Escapados de “¿a ese man amigo suyo se le moja la canoa, o qué?”  y de “se ahonda crisis por paro en refinería”… y a caminar como Dios manda. A darle. A trajinar por los andenes del mundo. A dormir tirados en las carreteras de este universo loco. A buscar papelito y lápiz para ir escribiendo las memorias de dos hijueputicas creyéndose lo más soyado sobre la faz del planeta tierra. Andábamos así, todos loquiados, robándonos puertas de madera para triturarlas y armar fogatas en la mitad de la calle. Nosotros ahí, con ojos poéticos, en la mitad de las avenidas,  viendo cómo los carros salían disparados a sus respectivos hogares (donde el señor llegaba muy serio de trabajar y saludaba a sus señora de besito en la boca y los niños tomaban su chocolate mientras jugaban con sus distinguidos aparatejos).

- Camine, mi hermanito, que falta mucho para el siguiente pueblo.
- Es que estoy mamado, mi hermanito, pero hágale, hágale… hágale que no hay mañana. A caminar, a caminar que el mundo se va a acabar.

…y levantarse y hacer cafecito por las mañanas y oler esos vientos raros que trae el mar. Y caminar y caminar y hablar sobre la vida de las mariposas y sobre el disco Rubber Soul de los Beatles y sobre ese japonés que es el mejor arquitecto del mundo… y andar y olvidarse del arte de interpretar los sueños; olvidarse de los nostálgicos amorcitos del colegio. Fumar tabaco fresco y volver a prender la fogata y volver a levantarse y volver a hacer cafecito por las mañanas y oler esos vientos raros que trae el mar. Y caminar y caminar y hablar sobre la vida de las mariposas…


Y llegar a esa casita que se veía a lo lejos y tocar la puerta y decir: “Buenas noches, señora, ¿cómo está usted?, venimos desde muy lejos y necesitamos un poquito de agua. Sería usted tan amable…”   y la señora ahí mismo: “Ay, muchachos, qué cosa tan terrible… se ven demacrados. Sigan, sigan… este país está muy mal, cómo dejan desamparados a unos muchachos tan bonitos, eso es por pura culpa de la crisis. ¿Sí supieron que ahora se está ahondando la crisis por paro en la refinería de Cartagena?”.

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