Enigmatic Combat, Arshile Gorky.
Para Mariana García, por supuesto,
sin nombres inventados.
Va un cuento corto. Va una prosa de
cinco de la mañana, cafecito en jarra y tabaco en bolsa, escrita en el puro
occidente de Occidente, en el frío revuelto, febrero, en la palabra mariposa,
en la palabra bolsillo. En fin, en la palabra algodón, en el borde del temblor.
En fin, en el sufrimiento tranquilo, nostálgico, de cualquier olor de esos que
va dejando el amor en los dedos, en las manos enteras, en la libreta amarilla,
en los libros de Jung regados de tequila caliente. En fin, mañanas sólidas,
gaseosas, mañanas de los estados no líquidos de la materia; gaseosas, sólidas,
mañanas de la pura vida real. (Cuenta la prosa, Óscar, cuenta la prosa y deja
de vivir adentro de la palabra algodón. ¿No era un cuento corto? Se te va
alargando la cosa). Va, va:
mi hermano mellizo, Adrián Graff, es
dueño de unos gimnasios tremendos en Costa Rica. Me llamó aquí a Europa hace
cuatro meses: “Hermanito, venga a visitarnos a Costa. Ya mi hijita está grande,
el jueguito de Uuuuuuppaachooo que usted le enseñó es su jueguito favorito. No
quiero que se la pierda, va creciendo brutal. Venga y pasamos el año nuevo
juntos y estamos en familia y nos reímos un mes”. Adrián sabe, claro, que yo
ando sin dinero. En fin, me prestó el dinero y compramos los tiquetes.
Dos meses después de esa llamada, a unas
semanas de mi viaje (o algo así), me llamó otra vez:
“Osquítar,
aquí al gimnasio viene una chica que se lo quiere tragar. Es una delicia de
mujer”.
“¿Y por
qué me va a querer tragar si no me ha visto, Adriancito?”.
“Pues porque,
no sé cómo, llegó a sus libros… y me preguntó: ‘¿Usted tiene un hermano, o un primo,
que se llama Óscar Graff, y que es escritor?’. Y yo le dije: ‘Claro, mi
hermanito se va a ganar un día de estos el premio Nobel de literatura. Escribe
como un ángel, como un pavo real’… Y ella: ‘Uf, qué sexi como escribe su
hermano. Ya me leí dos libros de él, El mamarracho de no sé qué y Las cosas de
no sé qué. Tiene razón, escribe como un pavo real’. Y yo: ‘Viene en un par de semanas’. Y le
mostré unas fotos suyas y quedó enamorada de su pelito largo canoso y de su
aretico pirata y de su cuento… Se llama Mariana, la chica”.
“Uy,
Adriancito, ese cuento está raro. Qué rico”.
Llegué a
Costa Rica y jugué Uuuuuuppaachooo con Wama Wama sin parar. Diez horas al día.
En la noche, ya ella dormidita, salíamos con Nicole (la esposa de mi hermano) y
con Adrián a tomar aguardiente sin anís en la terraza, a respirar el olor del
pasto en el calor, que es parecido al olor del sexo en la ducha, al olor de las
cebollas cuando se empiezan a asar en el sartén. Olores lindos, pues.
“No se
haga el marica, papo, ya va siendo hora de que llame a Marianita. Ya han pasado
muchos meses desde su cuento con Pimienta. No sea bobo, no sufra, llame a
Marianita. Es hermosa”, me dijo un día Adrián mientras aspirábamos, como cocaína,
el olor del pasto en el calor, el olor del aguardiente sin anís.
Una mañana de esas lindas del centro de
América, diez a eme, viendo una cancha de golf y una piscina con un flotador
de piña flotando, haciendo lo suyo, el flotador, flotar solito, le escribí:
“Ey”. Y ella me escribió: “Ey, jajaj. ¿Quién es?”. Y yo: “Ey, chica. Es Óscar
Graff. Qué nervios esto. ¿Quieres salir hoy por ahí cerca de SantaAna, a un
barcito, o algo, o muy tonto?”. Y ella: “Ey, hola, jaja. Pensé que no me ibas a
escribir nunca. Jajaj. Claro, salgamos. Conozco un lugar bueno por ahí por
SantaAna, hay una orquesta toda rara que toca merengue. Jajaja”. Y yo:
“Fantástico. Qué rock and roll ir a escuchar merengue en vivo, muy punkera la
cosa”. Y ella: “Jajaja. Sí, es muy punkero el merengue. Listo. Yo llego en un Uber”.
“Listo”. Direcciones, horas, etcétera.
Me
afeité los pelos del pipí, fui a hacer ejercicio con mi hermano. En el baño del
gimnasio, el mejor baño de la historia de todos los gimnasios (¡regalan talco y
desodorante!), me desnudé y le pregunté
a Adrián que cómo me veía. “Lo veo hermoso, mi pez, mejor que nunca… Tiene
marcaditos los músculos, está flaco, está lindo… No tenga nervios, perrito,
usted igual podría ser asqueroso y no importaría: no hay ninguna chica en el
mundo que no le quiera chupar ese cerebro suyo”. Y yo: “Qué cerebro ni qué
hijueputas. Qué nervios. Yo nunca he hecho un blind date y esas vainas, perro. Qué nervios. Además esa chica está
muy guapa, ¿usted le ha visto ese culo en esas fotos? ¿Qué tal que me vea y se
asuste y salga corriendo?”. “Jajaja. No
sea marica, Osquítar, venga y nos bañamos, almorzamos en casa, jugamos con Wama
Wama un rato, y le explico cómo llegar al bar y tal… Cualquier cosa me llama y
yo lo recojo. Si va bien la vaina, yo le caigo con Nicole y rumbeamos con
ustedes”, etcétera. “Hágale, hágale”…
Yo
estaba sentado en la terraza del bar con un wisqui y el teléfono en la mesa, la
palabra mariposa, la imagen de la imagen de la imagen de un poema que ya nunca
más voy a poder escribir. Le escribí: “Ya estoy acá, chica. En la terraza. Soy
el señor de pelo largo con una cara de asustado que no puede con ella, con una
cara de un señor que lo van a matar en un par de horas”. Y ella: “Jajajaja. Ya
llego. En tres minuticos según el mapa de Uber”… (“¿Qué pensó cuando vio a esa
mamasota entrar en la terraza?”, me preguntó Marianita un mes después. “Pensé:
ojalá se tropiece y se caiga y pase una pena tremenda para que estemos en
igualdad de condiciones en nuestra primera conversación”, le dije. “Jajaja.
Usted está muy loquito, niño”, me dijo. “Es usted la que está muy loquita,
niña, no lo crea”, le dije). Lo primero que dijo Mariana en la terraza: “Ok,
esta es la primera vez que yo hago un blind
date, estoy nerviosa y no me gusta eso. Pidamos tres tequilas cada uno, nos
los tomamos y ahí sí empezamos a hablar”. “Es una gran idea, Mariana, usted es
una persona sumamente inteligente”. Y tomamos tequila y hablamos. Ella me hacía
preguntas de mis libros, y yo: “No, no, Juana es un personaje, es una ficción, no es nadie en
la vida real”. Y ella: “No sea mentiroso, mae, pero bueno, si algún día yo
salgo en uno de sus libros, a mí me pone 'Mariana', tal cual, no se me vaya a
inventar un nombre de esos todos feos que usted le pone a sus exnovias”. La
gente de al lado nos miraba con mucha envidia: no es fácil reírse tanto con otra
persona. No todos lo logran. Casi nadie lo logra.
Merengue
punk, tequila, chiliguaro; Nicole y mi hermano llegaron a la rumba. Más
merengue, más punk, más tequila, más chiliguaro… Adrián y yo dándonos besos en
la boca, y Nicole explicándole a Mariana que nosotros siempre hacíamos ese tipo
de cosas cuando nos íbamos pasando de traguitos: “Se aman tanto que a veces lo
tienen que pasar a lo físico”, le decía Nicole a Mariana. Y Mariana
explosionada de la risa: “Están muy loquitos estos maes”. Nicole y Adrián se fueron a cuidar a Wama Wama
y yo me quedé con Mariana en la barra. Mirándonos.
“Usted
es una persona muy linda físicamente. Usted es un diez en la escala machista”.
“Jajaja.
No me ponga números”.
“Póngame
un número usted a mí. ¿De uno a diez qué tan lindo soy?”.
“Yo no
le pongo números a nada, Óscar. Está loco. Sólo le digo que usted también es
una persona muy linda físicamente”.
“Mentirosa”.
“No sea
inmaduro. Usted sabe que sí”.
“Mentirosa.
Ya está borracha”.
“Piense
lo que quiera. Usted me gusta, y punto. Sin números”.
“Pues
usted es un diez, Marianita”.
“Me voy a ir si me sigue diciendo que soy un número”.
“Perdón,
perdón, era un chiste, ya, ya…”.
“¿Otro
chiliguaro?”
“Deme un
beso con lengua, Mariana”.
“No.
Cálmese”.
“¿Sí
ve?, no le gusto. Me voy a pedir el tal chiliguaro. Ya vengo”.
“No se
aleje de mí, Óscar. Quédese”.
“Me
acaba de decir que no me quiere dar un beso”.
“No se
aleje”.
Y me
cogía del cuello y no me dejaba despegarme ni dos centímetros. “¿Puedo salir a
fumar, Marianita?”. “Sí, pero tiene que arreglárselas para fumar sin despegarse
de mí”. “Está bien, mi amor, se lo juro que no me alejo”.
Tres
días después nos levantamos desnudos, en la cama del cuarto de invitados de mi
hermano, y Mariana puso su cabeza en mi pecho. “Niña —le dije—, hablando
objetivamente, usted tiene el culo más perfecto de Centroamérica”. “Niño —me
dijo—,hablando objetivamente, yo tengo el culo más perfecto de toda América”.
Me pasó mi libreta amarilla y un lápiz, y me dijo: “Escriba”. Y yo: “Eso no
funciona así, niña”. Y ella: “Escriba. Yo me voy quedando dormida en su pecho.
¿Por qué madruga tanto, mae?, déjeme dormir, usted escriba”. Prendí un
cigarrillo, apoyé la libreta en el pelo de Mariana y me puse a escribir
mientras ella se dormía en mi pecho adolorido de tantas pesas. Músculos rotos, C3 H3 O6.
Se levantó a las dos horas: “¿Qué escribió, Ós?” . “Le escribí un poema, M”. “A
ver”…
“Me
parece lindo el poema, Ós, pero pensé que iba a escribir algo más erótico. Menos
símbolos, menos algodones, menos cohetes y laberintos. Estoy desnuda en frente
suyo, Óscar, ¿lo primero que se le viene a la cabeza es un cohete de chicle?”.
“Para mí
sí es un poema erótico, M, para mí el erotismo está en el corazón, en las
cicatrices de la piel. `Todo es sexo menos el sexo', decía Óscar Wilde".
“Hagamos
algo: quédese en esa misma posición, yo se la chupo y usted escribe. Vamos a
ver qué tan en el corazón está el erotismo, vamos a ver qué tan no sexo es el sexo”.
“Va”.
“Véngase
en mi boca, por favor, y termine el poema en ese momento”.
“Va”.
Explosión
absoluta, metafísica, el peso de las dos galaxias en los aductores. “¿Cuánto
líquido le cabe en su cuerpo, mae?, qué cantidad tan brutal, es como si todo su
cuerpo estuviera hecho de leche… A ver el poema”.
(…)
“¿Ve,
niña?, yo también puedo escribir poemas eróticos, cruditos, literales, líquidos”.
“¿Me lo
regala?”.
“Claro”.
“¿Se lo
puedo mostrar a mis amigas, o le da vergüenza?”.
“Claro
que sí, se lo puede mostrar al que usted quera”.
“Por
favor no lo publique, Óscar”.
“¿Por
qué?”
“Porque
va a parecer que quiere demostrarle a esa tal Pimienta que usted también ha
estado bien. Deje que el poema quede entre usted y yo, no meta a sus exnovias
con nombres inventados en nuestra cama. Ella quiere hacerle saber a todo el
mundo que ella tiene sexo, usted no le juegue a lo mismo. Usted quédese aquí
conmigo, no se aleje”.
“Está
bien. Tiene razón”.
“¿Le
puede escribir al poema ‘Para Mariana García, sin nombres inventados’? ”.
“Claro
que sí, chica, pase el papel”… : las manos temblando todavía de la explosión: ‘Para
Mariana García, por supuesto, sin nombres inventados”. Y le puse título al
poema: “Mire que yo también puedo
escribir poemas eróticos, Marianita, ahora vámonos a tomar café y a comer gallo
pinto, no hablemos más de poesía, por favor, dejemos este cliché de la
literatura y vamos a la vida, vamos a flotar con el flotador que está flotando
solito en el la piscina”. Me dio un besito,
nos bañamos, el olor del sexo en la ducha, el olor del pasto caliente, el olor de la cebolla en el sartén.
Jugamos
en la piscina, cigarrillos y cervezas, comimos gallo pinto y nos fuimos a dar
una vuelta por ahí. Y así seguimos dando vueltas por ahí: un día cualquiera, un
martes verde, entramos a una tienda de LEGO y jugamos al LEGO: “A ver: usted
escoge, en su cabeza, el juguete que le regalaría a un hijo que tuviera
conmigo, y yo hago lo mismo. Si escogemos el mismo juguete, deberíamos pensar
en que un hijo que venga de nosotros dos sería muy feliz”. “Va, ¿y si no
escogemos el mismo?”. “Pues deberíamos pensar en que un hijo que venga de
nosotros dos no sería tan feliz”. “Va”. Ella escogió una casa, algo muy
parecido a la palabra albaricoque, y yo escogí a un director de cine, algo más
bien parecido a la palabra limón. Nos reímos y ella se comió un helado de
frutas raras en la heladería de la esquina.
“Oiga,
Marinaita, mañana me devuelvo para Europa”.
“Yo sé.
No lo diga mucho. Qué rabia”.
“¿Me
deja algún día publicar un cuento sobre el día que le escribí el poema erótico,
o creería que es meter a mis exnovias con nombres inventados en nuestra cama?
Yo le prometí que no iba a publicar el poema, se lo juré. Pero me dan ganas de
escribir una prosa sobre usted. No le quiero demostrar nada a nadie, créame,
quiero sentir qué se siente escribir una prosa donde el personaje sea de verdad, y diga la
palabra “mae”, quiero un personaje que use de forma orgánica el ‘pura vida’ ”.
“Jajaja.
Yo sé, Óscar, que usted lo va a hacer igual. Usted no deja pasar nada en sus
libros, no se queda callado. Es como no tener vida privada. Es tenebroso hacer
algo con usted porque uno sabe que después todo el mundo se va a enterar. Sólo
le pido lo que le pedí el primer día: yo me llamo Mariana, y punto. Ni Juana ni
Cloé ni nada de esas cosas feas”.
“Pura
vida, mi amor”.
“Pura
vida, mi amor, no se aleje”.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario