William Kentridge, Dibujo de Stereoscope.
El transporte público, aquí (en mi país), sirve para pensar. Uno va, va... (como entre paréntesis). El mundo se queda quieto (como atrofiado) en ese ir y venir tan extraño que da un poco de nervios, un poco de sudor, un poco de carne viva, un poco de músicas que van saliendo de los audífonos y van llegando, tranquilas, al fondo último de las memorias intranquilas. Uno recuerda que la vida no ha sido tan difícil como uno mismo lo ha creído. Uno recuerda ese día en la playa: Jim Morrison, tabaco fresco, pescado frito, patacón, arroz con coco...aguardiente frío, fogata, acordeón. Uno recuerda, uno recuerda.
En el transporte público, aquí (en mi país), el lado cursi de la vida se empieza a revelar. Poco a poco, con calma, se empieza a revelar. Uno recuerda a los amigos de la Universidad, uno recuerda el Salmo que se sabía de memoria: “Hashem, no me reprendas en tu ira ni me castigues en tu enojo. Apiádate de mí, Hashem, pues estoy abatido. Sáname, Hashem, pues tiemblan mis huesos de terror...”. Uno recuerda. Uno recuerda las cosas. El Pibe Valderrama, Ernesto Sábato, “...de piesdescalzos y de sueños blancos,/ fuistes polvo, polvo eres-piensas / que el hierro siempre al calor es blando”...Y uno se hace más fuerte. (No todo está mal. No todo está mal). Y uno logra mirar hacia adelante; uno logra darse cuenta de que “ahora” va a ser “ayer” y de que ese “ayer” (que es “ahora”) no va a ser tan dramático como uno creía.
Y uno sale de ahí y camina. Uno va: audífinos, morral, bluyines. Uno anda por los andenes del presente: libros, anteojos, lapiceros...Primera parada: café, galletas Oreo, Coca Cola Light. Un mensaje de texto: “Escribo para avisar que llego un poco tarde. Mucho trancón”. Y uno va: árboles, nubes, gentes, humos, gases, piedras, aguas, paraguas, pastos, tiendas, carros...Segunda parada: otro café, manzana, libretica de apuntes: “El lado cursi de la vida se empieza a revelar”.
Y uno llega, después, al quehacer; a la brega. Un escritorio cargado de sombras; de pájaros; de la lluvia de vivir. Hay cosas. Siempre hay cosas. Siempre hay cosas en el escritorio: dos marcadores de tablero ( uno negro, uno rojo), un tarro de pegante (marca “Colbón: pegante universal”), muchos libros (como dos mil), papel, lápiz, lapicero, tierra, un D.V.D (8ymedio de Fellini), una carpeta, un termo con té, un paquete de cigarrillos escondido en la carpeta, una moneda, un cuaderno abierto, una mano, un codo, un antebrazo, un ojo, un pelo, un planeta entero, una grapadora, una nota post-stick que dice: “Recordar: preguntarle a los niños de octavo si esas caricaturas japonesas se pueden ver gratis por Internet”, una ciruela, un tajalapiz, un borrador de tablero, un diccionario, otra moneda...
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario