Pablo Picasso, Autorretrato (1901) |
Vivíamos………………………………………………………………………………………………….............................................…………………………………………………………………………………………………..........................................................…………………………………………………………………………………………………..........................................................………………………………………………………………………………………………….…
Digo, es decir, o sea, vivíamos acostumbrados a
vivir............................................................………………………………………………………………………………………………..............................................................…………………………………………………………………………………………………..........................................................…………………………………………………………………………………………………..........................................................…………………………………………………
O sea: vivíamos. Sólo vivíamos………………
……………….Recuerdo
que era un jueves……………..
…no suelo tener
en la cabeza las fechas y ese tipo de cosas, pero recuerdo a la perfección el
color de los días de la semana: el lunes es azul rey, el martes verde, el
miércoles es de un café extraño, el jueves es azul (un poco diferente al del
lunes), el viernes es verde (idéntico al del martes), el sábado es blanco y el
domingo es una pipa; un chocolate caliente; una revista con alguna mierdosa
publicidad de algún concurso literario…
…era jueves (un
poco diferente al azul del lunes) y vivíamos. Yo leía ensayos de Chesterton y
una edición bilingüe de los poemas de Verlaine. Estaba tranquilo, amañado,
calientico, pensando en mi deseo incontrolable de ser uno de esos poetas que
mueren en la pobreza absoluta, ahí, yo, tirado en la calle con ese librito de
mierda que publiqué con mis propios ahorros…y que en treintipico de años me reconocieran
como ese gran-poeta-nunca-comprendido que captó el secreto de los árboles del
desierto…O algo así…Es extraño, pienso ahora mismo, eso de uno de querer que no
lo comprendan a uno. Es extraño, es muy extraño, pero a mí siempre me ha
pasado. Todo el tiempo. Siempre me pasa. Pasa muy a menudo cuando uno recuerda
esas imágenes de García Márquez dándose abracitos con la crema y nata…no
sé…pasa mucho eso de querer ser un poeta que nadie lo lea a uno…
…era jueves (un
poco diferente al azul del lunes) y yo leía ese hermoso ensayo titulado “un
trozo de tiza”, pero me era muy difícil la concentración porque cada diez
segundos, cada vez que leía una oración, cerraba el libro para volver a echarle
un vistazo a la portada. Recuerdo esa portada con mucha alegría: aparecía una
gigantesca foto de Chesterton, ¡ay!, con sus gafitas, su bigotico, su cara de
osito; aparecía Chesterton con todo su ser; con su belleza absoluta…Como
decía, era jueves (un poco diferente al azul del lunes) y vivíamos. Yo leía en
mi pequeño cuarto y tomaba algunas notas sobre lo que leía, pero dichas
anotaciones no eran más que unas extrañas (dudosamente heterosexuales)
alabanzas a la cara de Chesterton…Estaba tranquilo, amañado............................................................ ……………………………………………………………………………cuando, de repente, sonó un golpe fuertísimo que venía,
seguramente, de la
calle de enfrente.
Saqué la cabeza por la ventanita de mi cuarto y descubrí que el sonido había sido producido por una guitarra que había sido lanzada desde algún techo vecino (en mi memoria quedó marcado por siempre ese sonido que
produce una guitarra cuando choca contra el asfalto frío).
Sentí una
tristeza enorme al ver una guitarra tirada en el piso; toda rota; toda
desgualachada; toda magullada…¿Por qué iban a tirar una guitarra del techo?...
Dejé mi libro en el estante,
salí a la calle y comprobé que sí; que, efectivamente, habían tirado una
guitarra de algún techo vecino. Entonces, cuando me agaché para recogerla,
sentí otro ¡pum! a mis espaldas. Giré la cabeza y descubrí que habían tirado
otra guitarra…Me acerqué para ver quién era el que andaba tirando tanta
guitarra y ¡pum!, una tercera guitarra golpeó la calle...
Decidí volver a mi
cuarto para ver todo desde mi ventanita: uno ahí, con su café caliente, con su
cuarto lleno de papeles, con su ventanita, contemplando los misterios del
mund…y ¡pum!: una cuarta guitarra y ¡pum!: cinco…y ¡pum!: seis, ¡pum!
¡pum!
¡pum! ¡pum! ¡pum!,
¡pum! ¡pum! ¡pum!,
¡pum!: veintiocho y ¡pum!:
treintiseis,
¡pum!.........¡pum!......... ¡pum! ¡pum! ¡pum!.. y si levantas la cara,
querido e hipócrita lector, te darás cuenta de que las guitarras van cayendo
del aire; de los cielos; de las nubes… ¡pum! ¡pum! ¡pum!:
docientasetetitres………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………. Llueve,
llueve, llueven guitarras. ¡Lluvia de guitarras acústicas!, ¡las guitarras de
la lluvia acústica!, ¡la acústica de las guitarras de lluvia!…
…y esperar a que
escampe. Ahí, en la ventanita , con el café caliente, con el cuarto lleno de
papeles, con esa nostalgiecita que traen, siempre, los días de lluvia. Y
volver, después del aguacero ¡pum!: treintainuevemildocientascuarenticuatro, a
las cosas de la vida. Sacar, de nuevo, el libro de Chesterton, los apuntes, los
anteojos, y salir del cuarto a preparar más café...................................................................................... ………………………………………………………………………………..................................................................................………………………………………………………………………Vivíamos………………………………………………………………………………………………….............................................…………………………………………………………………………………………………..........................................................…………………………………………………………………………………………………..........................................................………………………………………………………………………………………………….…
Digo, es decir, o sea, vivíamos acostumbrados a vivir...........................................................………………………………………………………………………………………………..............................................................…………………………………………………………………………………………………..........................................................…………………………………………………………………………………………………..........................................................…………………………………………………
O sea: vivíamos. Sólo vivíamos………………
Me intrigó su cuento. Lo terminé. Lo leí todo. Quiero una ventanita en un cuartito de buhardilla, quiero un cristalito, un escritorito lleno de papelitos y un cafecito calientico. ¡Y que afuera lluevan guitarras como un putas!
ResponderEliminarGracias, compañero o compañera, por leer esta literatura rústica.
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