Jean Michel Basquiat, Dustheads. |
Conocí a Dror en una banca. En una de esas bancas viejas que adornan las calles de Tel Aviv. El hombre no estaba ahí sentado para descansar ni nada de esas cosas que hacemos cuando nos sentamos en una banca; el hombre habitaba la banca: vivía en ella. Dror tenía la barba larga y se cubría con un montón de trapos indescifrables. Nadie entendía qué eran esas cosas que usaba como ropa. Era un tipo bueno. O mejor dicho: era un gran tipo.
Yo lo visitaba en su banca casi
todos los días. Le llevaba un pedazo de pan o un falafel barato que vendían en
esa misma esquina de la calle Ben-Yeuda. Él me recibía con cara quejumbrosa y
empezábamos a conversar en hebreo. Cuando Dror empezaba a sumergirse en los
temas –como casi siempre lo hacía- cambiaba de idioma porque sabía que mi
hebreo no era suficientemente bueno para mantener una charla con una persona
tan sabia. Me hablaba en un ingles perfecto con acento británico. Recuerdo que
un día le pregunté: “Amigo, ¿por qué hablas con ese acento como si tuvieras un
doctorado en Oxford?” . Y él me respondió: “Porque los americanos no saben
hablar el ingles. Ten cuidado: los americanos escriben buenos guiones para el
cine, pero no saben hablar la lengua inglesa. Ésta lengua, en la que estamos
hablando ahora mismo, está diseñada fonéticamente para gente elegante, no para
borrachos como tú y yo”…
Dror citaba de memoria a los
poetas latinoamericanos; citaba astrólogos, historiadores, filósofos…de
todo…citaba y citaba. Pero sólo se sentía cómodo cuando hablaba de mujeres.
Hablaba de una tal Sapir que le había destruido su vida para siempre…y cuando
llegábamos al tema de Sapir, ya nadie lo callaba. Siempre decía: “Mira, niño,
las mujeres son la peor desgracia que tiene la vida. Tú, que estás joven,
deberías volverte marica”…y cosas así… pasábamos horas enteras hablando mal de
las mujeres.
Eran buenos tiempos. Mi amigo
Dror me enseñó muchas cosas. Me enseñó, por ejemplo, una de las cosas más
ciertas y más misteriosas que he aprendido en la vida: un día cualquiera,
mientras charlábamos sobre Sapir,
vimos pasar a un Sudaní que andaba en bicicleta por la calle Ben-Yeuda.
Dror se quedó mirándolo con los ojos llorosos y me dijo: “Mira, niño, los
judíos no hemos aprendido nada en esta vida. Todos los años conmemoramos el día
del holocausto, el día de la destrucción del templo, la inquisición española… y
seguimos siendo el pueblo más racista del mundo. Nos sentimos “los elegidos” y
no nos damos cuenta de que estamos pecando. Estamos cometiendo el pecado más
grave de todos: el del irrespeto a lo que es diferente a nosotros mismos.
Odiamos a los árabes, a los inmigrantes africanos, a los goyim en general. Entiendes, niño, entiendes…Un alemán no
conmemora el día del holocausto, pero no tiene problema en votar por un homosexual para la
alcaldía de Berlín. Entiendes, niño...Qué falta de pluralismo el que hay en
nuestro país; en nuestro pueblo…¿cuándo será que nos vamos a sentir como seres
humanos; como hombres comunes y corrientes?”
La última vez que visité a Dror
le llevé una copia impresa de mi libro.
Estaba lloviendo muchísimo, parecía una tormenta de desierto en plena
ciudad. Le dije: “Amigo, ayer terminé de escribir mi libro de poesías. Éste es
el manuscrito original, te lo regalo”. Me dio un beso en la frente y me dio las
gracias. Antes de irme –mi vuelo a Nueva York salía en unas horas– le dije:
“Dror, amigo, estás muy mojado…¿por qué no te paras de esa banca?”. Dror puso
su cara quejumbrosa y empezó a hablar en su impecable ingles: “Sí, es muy
interesante. Estoy muy mojado porque el comportamiento natural del agua es
mojar. Es muy hermoso: la naturaleza misma del agua la obliga a mojar”.
Agarré un taxi que me llevó a la
estación del tren. El tren me llevó al aeropuerto Ben Gunrion. El aeropuerto
Ben Gurion me llevó al avión. El avión me llevó a Nueva York. Nueva York me
llevó a una banca donde vivía un tipo llamado Joel. Era un tipo bueno. O mejor
dicho: era un gran tipo.
Sé que mi comentario poco cambiará su perspectiva personal... Y mucho menos cambiará la de Dror,
ResponderEliminarpero
¿Un párrafo entero dedicado a la carencia de pluralismo de dicho país?
País donde en el propio Parlamento hay políticos árabes, País que desarrolló dos grandes operaciones (Moisés y Salomón) para salvar a miles de etíopes mejorando su calidad de vida a un 100%, etc etc (con "etc etc" me refiero a la existencia de miles de ejemplos de pluralismo en Israel, ejemplos que no escribiré porque sé que usted los conoce todos)...
Es más, irónicamente la conversación y argumento de Dror se desarrollan mientras se sienta en una Banca ubicada en la Capital Gay Mundial.
Dror, -un gran tipo- con rencor por su condición concurrente, por tanto desahoga con su crítica a la sociedad circundante; se desplaza del pensamiento filosófico objetivo hacia el lado emocional subjetivo e injustificado.
Tranquilo, mi hermano. Es sólo literatura barata.
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