Vik Muniz, Edgar Allan Poe, Pantheon I |
Todo el mundo dice que escribir
es dificilísimo, pero yo no. O sea: yo sí. O sea: yo sí soy de esos que dicen
que escribir es dificilísimo, pero la pura verdad es que creo que escribir es
facilísimo. Sólo digo que es difícil para que la gente crea que lo que yo hago
no es simplemente ir poniendo palabras en una hoja de papel. Pero, si me pongo
a pensarlo con detenimiento, eso es exactamente lo que hago: voy poniendo
palabritas que me van llegando a la cabeza, después les pongo comas y todas
esas cosas para que se vea que todo está fríamente calculado…y ya. Ya está.
Por ejemplo, hoy me encontré con
una muchacha muy linda que no veía hace años, yo iba tranquilo por la calle,
con mi morral roto y mis audífonos que disparaban la música de los Rolling. La
muchacha me paró en la mitad de la calle y me dijo: “Hola, ¿te acuerdas
de mí?”. Y yo claro que me acordaba de ella, tenía unos dientes lindísimos y el
pelito más amarillo de todos los pelitos del mundo. Me dijo que había leído mi
libro y que le había parecido lo más hermoso y lo más profundo que había
leído en su vida. A mí me dio mucha lástima porque yo no quería que la gente
creyera que mi libro era “profundo”, siempre me ha parecido desagradable la
palabra “profundo”. Pero igual le seguí la corriente y le pregunté que qué más
de su vida. Me dijo que ella quería ser escritora y todas esas cosas, pero que
todo el mundo le decía que eso era dificilísimo. Yo le dije que estuviera
tranquila, que la gente sí decía eso pero que era pura mentira…
“Mira –le dije- coge este papel y
este lápiz –saqué un papel y un lápiz que yo siempre cargo en mi morral
roto- y escribe algo, lo que
quieras, sobre lo primero que se te venga a la cabeza”. Ella me miró como si yo
estuviera loco, pero creo que le pareció muy chévere el ejercicio porque me
hizo caso de inmediato. Se tomó la cosa muy en serio, pero se estaba demorando
mucho en escribir las primeras líneas. “Escribe lo que sea – le dije- lo que
quieras, lo que te pasó en los últimos minutos de tu vida”… entonces se puso a
escribir y me entregó un papel que decía lo siguiente: “Me pusieron a
escribir lo primero que se me pasara por la mente entonces escribí esto”. A mí me pareció muy bonito lo que escribió. “El
resto es cuestión de maña- le dije- esto puede ser un hermosísimo poema, mira:”
cogí el lápiz y el papel y escribí así:
“Me pusieron a escribir
lo primero que se me pasara
por la mente…
y, como nada se me pasa por la mente,
escribí que me pusieron a escribir
lo primero que se me pasara
por la mente…”
lo primero que se me pasara
por la mente…
y, como nada se me pasa por la mente,
escribí que me pusieron a escribir
lo primero que se me pasara
por la mente…”
“Sí ves- le dije- a mí me parece
que eres una auténtica escritora”. La verdad es que le dije lo que yo realmente creía. Le dije que no se
preocupara, que escribir era de las cosas más fáciles que había creado Dios
(si es que Dios creó el escribir. No sé).
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