jueves, 13 de junio de 2013

TRANSACCIÓN


Vincent Van Gogh, Hombre viejo en el dolor. 


Llegué, por fin, a la fila del banco -¡Oh, banco!, eres mi peor enemigo; el más repugnante de todos mis enemigos- y me acerqué donde la señorita. Le dije que cómo era posible que uno tuviera que hacer una transacción sabiendo que la palabra “transacción” era tan ambigua. Le dije que la realidad misma era un problema del lenguaje: “Sí, “transacción”, una palabra dificilísima; una palabra que involucra los problemas más agudos de la metafísica”.
Al final, como era de esperarse, no pude hacer la tal transacción.

Llegué a mi casa y le conté a mi hermano lo mal que se habían portado en el banco: “…entiende, brother, no hay derecho, no hay derecho”. Mi hermano me contestó que no poder hacer “vueltas” en el banco es uno de los grandes problemas de la gente como yo: “esos bichos raros que se pasan la vida sumergidos en los libros, como si la vida tuviera algo que ver con la filosofía de Nietzsche o con los sonetos de Shakespeare”… Y sí, era cierto. Muy cierto. Mi brother tenía toda la razón: la vida no tenía nada que ver con esos personajes que dedicaban su vida a escribir sobre la vida. Era cierto: Nietzsche no sabía nada de filas en los bancos ni de la palabra “transacción”. Nietzsche sabía de otras cosas; de cosas como el problema de la existencia de Dios; de cosas de otro tipo. Es decir: de cosas que no sirven para nada.

Me tiré en la cama y me puse a pensar en todo eso. Recordé que hace siete u ocho años yo era un muchachito tratando de ser un poco rebelde. No muy rebele, pero sí un poco. Puede ver esa imagen con claridad: yo, con un aire estúpidamente retador, diciéndole a todo el mundo que a mí no me gustaba el dinero, que yo me iba a dedicar al mundo de las letras; “al país de las letras”. Hoy, pensándolo mejor, prefiero saber hacer una transacción en el banco. O, por lo menos, saber el significado de la palabra “transacción”…¡Ay!, Dios mío, qué importante que es saber hacer transacciones… ¿Por qué no le hice caso a mi padre cuando me dijo que la filosofía no servía para nada?, ¿por qué no estudié administración de empresas?: esa honorable carrera universitaria que le enseña a los muchachos el valor real del dinero; el valor real de palabras tan fundamentales como “transacción”.  

Me levanté de la cama y llamé a mi padre: “Hola, papá. He tomado una decisión. No más literatura; no más filosofías baratas. Quiero montar un negocito…necesito que me prestes una platica para montar un barcito  Jazz-librería en Santa Marta. O donde sea, no importa, con tal de que sea al lado del mar… aló, ¿aló?…¿pá?...¿aló?… Ajjj…se cortó esta vaina”. 


   

1 comentario:

  1. Pensé en comentar y en no hacerlo, es que todo en nuestras vidas esta tan comentado que más perorata desenreda lo interesante. Me gustan sus meditaciones y sus cuentos que no se que tan cuentos son. Me quede pensando en el nombre de su blog, puro nombre de hospital (porque eso es lo que dan en el menú)...y con ese nombre tan hospitalario o mejor tan hospitalizado me queda la sensación de que usted como todos se esta recuperando de algo.

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