Llegué,
por fin, a la fila del banco -¡Oh, banco!, eres mi peor enemigo; el más repugnante
de todos mis enemigos- y me acerqué donde la señorita. Le dije que cómo era posible que uno
tuviera que hacer una transacción sabiendo que la palabra “transacción” era tan
ambigua. Le dije que la realidad misma era un problema del lenguaje: “Sí,
“transacción”, una palabra dificilísima; una palabra que involucra los
problemas más agudos de la metafísica”.
Al
final, como era de esperarse, no pude hacer la tal transacción.
Llegué
a mi casa y le conté a mi hermano lo mal que se habían portado en el banco: “…entiende,
brother, no hay derecho, no hay derecho”. Mi hermano me contestó que no poder
hacer “vueltas” en el banco es uno de los grandes problemas de la gente como
yo: “esos bichos raros que se pasan la vida sumergidos en los libros, como si
la vida tuviera algo que ver con la filosofía de Nietzsche o con los sonetos de
Shakespeare”… Y sí, era cierto. Muy cierto. Mi brother tenía toda la razón: la
vida no tenía nada que ver con esos personajes que dedicaban su vida a escribir
sobre la vida. Era cierto: Nietzsche no sabía nada de filas en los bancos ni de
la palabra “transacción”. Nietzsche sabía de otras cosas; de cosas como el
problema de la existencia de Dios; de cosas de otro tipo. Es decir: de cosas
que no sirven para nada.
Me
tiré en la cama y me puse a pensar en todo eso. Recordé que hace siete u ocho
años yo era un muchachito tratando de ser un poco rebelde. No muy rebele, pero
sí un poco. Puede ver esa imagen con claridad: yo, con un aire estúpidamente
retador, diciéndole a todo el mundo que a mí no me gustaba el dinero, que yo me
iba a dedicar al mundo de las letras; “al país de las letras”. Hoy, pensándolo
mejor, prefiero saber hacer una transacción en el banco. O, por lo menos, saber
el significado de la palabra “transacción”…¡Ay!, Dios mío, qué importante que
es saber hacer transacciones… ¿Por qué no le hice caso a mi padre cuando me
dijo que la filosofía no servía para nada?, ¿por qué no estudié administración
de empresas?: esa honorable carrera universitaria que le enseña a los muchachos
el valor real del dinero; el valor real de palabras tan fundamentales como
“transacción”.
Me
levanté de la cama y llamé a mi padre: “Hola, papá. He tomado una decisión. No
más literatura; no más filosofías baratas. Quiero montar un negocito…necesito
que me prestes una platica para montar un barcito Jazz-librería
en Santa Marta. O donde sea, no importa, con tal de que sea al lado del mar… aló,
¿aló?…¿pá?...¿aló?… Ajjj…se cortó esta vaina”.
Pensé en comentar y en no hacerlo, es que todo en nuestras vidas esta tan comentado que más perorata desenreda lo interesante. Me gustan sus meditaciones y sus cuentos que no se que tan cuentos son. Me quede pensando en el nombre de su blog, puro nombre de hospital (porque eso es lo que dan en el menú)...y con ese nombre tan hospitalario o mejor tan hospitalizado me queda la sensación de que usted como todos se esta recuperando de algo.
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